Las empresas conserveras han sido un factor de suma importancia en la evolución y crecimiento de la industria en España. Desde principios del siglo XX el sector representaba el motor del cambio socio-económico y, con el paso del tiempo, se convirtió en un referente nacional e internacional.
El negocio empezó a progresar en términos comerciales, y la dura competencia empezó a evidenciar la necesidad empresarial de desmarcarse de los competidores para obtener mejores resultados. Así, entre otras muchas estrategias, se empezó a forjar una auténtica cultura publicitaria. Los envases, pinturas, anuncios y carteles promocionales pasaron a convertirse en un soporte de enorme calidad artística en el que se luchaba por llamar la atención del consumidor con piezas cada vez más sofisticadas.
La Asociación de Fabricantes de Conservas ha reflejado a lo largo del tiempo las distintas realidades de cada época con diversas campañas de promoción del consumo de conservas de pescado. Un ejemplo de ello es la austera racionalidad del anuncio de 1936 que reza: “Al consumir conservas de sardinas y otros pescados os alimentáis bien, gastáis poco y protegéis la industria nacional”. En 1947 la Unión de Fabricantes de Conservas de Galicia resaltaba la fortaleza del sector con la ilustración de un joven fortachón de torso desnudo que levantaba una gigantesca lata: “En estos tiempos difíciles, la Unión de Fabricantes de Conservas de Galicia se esfuerza por mantener en alto el prestigio y potencia de la INDUSTRIA CONSERVERA”. Este mismo organismo continuó publicando en los años cincuenta decenas de mensajes dirigidos a los consumidores en general y a las amas de casa en particular, ilustrado, en esta ocasión, con unas manos femeninas abriendo una lata: “Comience sus comidas abriendo siempre una lata de sardinas en aceite de oliva”.
Con el paso de los años toda esta representación artística se empieza a considerar una seña de identidad de la cultura del litoral español, grabada en el memoria colectiva de la sociedad hasta la actualidad.