El consumo de pescado en los últimos años ha aumentado en la búsqueda de una dieta saludable baja en grasas saturadas y rica en ácidos grasos omega 3 por parte de los consumidores. Pero los consumidores demandan también alimentos de fácil preparación, sanos, seguros y que conserven sus buenas propiedades durante más tiempo.
Las conservas de pescados y mariscos son una caja fuerte de vitaminas, ya que desde que son elaboradas se mantienen inalterables en el envase encontrándose en cantidades significativas.
Las conservas de pescado y marisco en general presentan alto contenido o son fuente de vitaminas del complejo B (B2, B3, B5, B6, B12); vitamina D en el caso de las especies más grasas como son conservas de atún, bonito, caballa, sardina o anchoa; así como E (en el caso de especies grasas en aceite) y vitamina C (en el caso de conservas de moluscos).
Entre los efectos beneficiosos para la salud que se pueden alegar al estar estas vitaminas en cantidades significativas en el producto final, se encuentran los siguientes: son beneficiosas para el sistema nervioso, sanguíneo, metabólico, sistema inmune, intervienen en la regulación de la actividad hormonal, en el sistema óseo, mantenimiento de piel y dientes, absorción y utilización del calcio y fósforo, importantes para la visión y mucosas, etc.
Por tanto, las conservas de productos de la pesca aportan cantidades significativas de vitaminas hidrosolubles y liposolubles que podrían estar sujetas a diversas declaraciones de propiedades saludables.